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Fue en el sector más alejado y nauseabundo del casco. Créame que usted no soportaría estar ahí más de dos minutos. En esa pequeña parcela de tierra donde se destinan los desechos orgánicos de la isla, las barreduras que resultan de la limpieza de los corrales de las aves, estiércoles de todos los animales de granja que imagine y más. Es cierto que se entierran, pero con las copiosas lluvias de primavera el lugar se transforma en un lodazal que rezuma una agüita pestilente y boñigas apestosas. En ese sitio, le decía, vino a crecer una orquídea silvestre, una subespecie que no es propia de esta isla. Es probable que la semilla la haya traído algún pájaro migrante desde una latitud lejana. Lo concreto es que el distrito más pestilente y nauseabundo dio cobijo a la flor más hermosa de la isla. Los nativos la veneran como símbolo de esperanza.

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